Mapas mentales de la Revolución Industrial gratuitos y editables

Cuando se habla de la Revolución Industrial, se debe tener claro a qué periodo histórico se refiere. De hecho, no hay sólo una, sino dos revoluciones industriales. La Primera Revolución Industrial es un proceso histórico que tuvo lugar en Inglaterra a finales del siglo XVIII y que concluyó «según una periodización reconocida por los historiadores» hacia 1830.

Este proceso revolucionó efectivamente no sólo la producción de bienes de consumo y la metodología de producción, sino también la sociedad en general, provocando un importante cambio hacia la urbanización en detrimento del trabajo en el campo. Veamos brevemente algunos puntos claves, antes de pasar a los mapas mentales de la Revolución Industrial.

Características de la Revolución Industrial

En los primeros cincuenta años del siglo XVIII, el comercio inglés reforzó su posición a escala mundial. La reducción de los riesgos ligados al comercio de ultramar y el aumento de los beneficios, junto con la política del gobierno inglés de reducir el poder de las grandes empresas privilegiadas, permitieron la entrada de nuevos hombres en el sector y el florecimiento de la libre empresa.

Londres, en el centro de este comercio, desarrolló una red cada vez más amplia de servicios de crédito y seguros y se convirtió en la capital financiera de Europa.

Comercio: Muchos historiadores han considerado que el comercio exterior es el rasgo más significativo de la diversidad inglesa, hasta el punto de situarlo en primer lugar entre los factores de la Revolución Industrial. De hecho, es cierto que el control del mercado internacional proporcionó a las manufacturas británicas la posibilidad de un suministro rápido y barato de algodón en bruto, materia prima esencial para el nacimiento de la industria textil moderna, y al mismo tiempo garantizó un amplio mercado de ventas para los productos ingleses. El desarrollo comercial también fomentó la formación de empresarios con mentalidad emprendedora, voluntad de asumir riesgos y espíritu de iniciativa.

Revolución agrícola: Durante el siglo XVIII, las estructuras de propiedad y producción de la agricultura inglesa sufrieron cambios tan profundos que se produjo una verdadera revolución agrícola. La posesión de la tierra se concentró en manos de unos pocos grandes y medianos propietarios con el establecimiento de grandes unidades de producción a menudo gestionadas por arrendatarios con criterios empresariales y basadas en el trabajo de los trabajadores agrícolas. Esta transformación de la propiedad de la tierra, provocada por el fenómeno de los cercamientos y la privatización, condujo a la formación de una nueva clase de trabajadores agrícolas.

La revolución agrícola contribuyó a iniciar y mantener el proceso de industrialización a varios niveles. En primer lugar, satisfacía las necesidades alimentarias de una población en rápido crecimiento. En segundo lugar, contribuyó a la formación de un mercado interior que resultaría ser una importante fuente de demanda de productos británicos. Muchos industriales procedían también del mundo rural de los pequeños y medianos productores, o de ese sector recibieron, en muchos casos, el capital necesario para montar sus primeras fábricas.

Por último, el papel de la revolución agrícola fue decisivo para favorecer (al reducir las posibilidades de los pequeños propietarios y de los campesinos autónomos) ese éxodo masivo del campo que permitió el desarrollo del proletariado industrial.

Revolución demográfica: La revolución demográfica está estrechamente relacionada con la transformación del mundo rural. De 6 millones de habitantes en 1740, la población pasó a más de 14 millones en 1830, gracias sobre todo al considerable aumento de la natalidad provocado por el progresivo descenso de la edad de matrimonio y el aumento del número de matrimonios.

La revolución demográfica puso a disposición de la naciente industria una mano de obra numerosa y, por tanto, barata. Una mano de obra que, al abandonar el ciclo del autoconsumo, se hizo cada vez más dependiente del mercado para satisfacer sus necesidades alimentarias.

El sistema político y el clima cultural de Inglaterra en el siglo XVIII también desempeñaron un papel decisivo. La estabilidad política, el fortalecimiento del papel del Parlamento y la vivacidad de la sociedad civil hicieron que la sociedad inglesa fuera más dinámica que las sociedades continentales, abierta a las innovaciones y marcada por un fuerte espíritu pragmático.

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